No se trata de una nota más...
Tengo que agradecer a mi querida amiga Esther que haya compartido conmigo esta nota del reciente Nobel de literatura.
Creo que no es casual incluirla entre los haikus que pueblan este blog.
Tomas
Tranströmer
Poeta de los márgenes y los marginados, el nuevo
premio Nobel tuvo su primer libro en español editado en esta orilla. Uno de los
mejores seres humanos que existen acaba de recibir el premio Nobel de
literatura. Este jueves de octubre me siento parte de la alegría colectiva, de
todos los que vivimos en Suecia, de los que escribimos, de los que
leemos.
Tranströmer es uno de los pocos escritores que
no tiene enemigos ni rivales, lo quiere todo el mundo. A los 80 años, luego de
un quebranto de salud, sigue creando y comunicándose a través de su esposa
Mónica, a quienes muchos exiliados uruguayos y chilenos conocimos en los años
setenta, cuando ella trabajaba en un centro de refugiados políticos. El alternó
desde muy joven su profesión de psicólogo con la poesía. Así fue que trabajó
como psicólogo visitando cárceles y ha sido un confidente para los que estaban
confinados allí, un interlocutor cálido de delincuentes juveniles, siempre
tomando partido por los más vulnerables, por los que no tienen
poder.
Cuando salió mi libro Su tiempo va a llegar,
donde relato la experiencia tanto personal como colectiva de mis años de cárcel
en Uruguay, Tomas me mandó decir que su mujer le había leído trozos de mi libro
y que lo había conmovido mucho. Él recordaba los años en los que había trabajado
en las prisiones como uno de los momentos más importantes de su vida. Su libro
de haikus titulado Cárcel. Nueve haikus de la cárcel juvenil de Hällby,
publicado en 1959, es uno de sus libros más leídos, incluso entre muchos que no
son ni serán lectores habituados a la poesía.
Una vez lo encontré en una lectura colectiva
organizada por el Pen Club de Suecia y tuve oportunidad de contarle que en un
campamento de refugiados palestinos en Belén encontré una foto de Olof Palme, el
primer ministro sueco asesinado en 1986, y un libro de poesía de Tranströmer
traducido al inglés. Sonrió con su gran sonrisa y le susurró a Mónica unas
palabras que ella tradujo: "Tomas dice que lo alegra eso que le contás, que es
ahí, entre pobres y refugiados que él quiere estar". Su gran poesía no ha sido
escrita desde un pedestal o desde una torre de marfil sino desde el lugar del
dolor, en donde la vida es más intensa. Tranströmer es el escritor de los
márgenes y de los marginales sin ser jamás panfletario o didáctico; no
adoctrina, simplemente comparte lo que vive.
Es también un poeta que celebra la naturaleza.
Uno de sus pasatiempos es buscar y estudiar insectos. Como su compatriota, el
gran clasificador de la naturaleza Carl von Linneus, tiene una inmensa
curiosidad por lo que se mueve en los bosques, y para eso recorre la isla de
Rummarö, donde tiene su casa de verano. Ha descubierto varias especies de
escarabajos que fueron bautizadas con su nombre, y su colección de insectos, que
empezó a juntar cuando era muy joven, ha sido exhibida en museos para inspirar a
los jóvenes a coleccionar.
Así escribe él de su relación con los insectos:
"Me moví en el gran misterio. Aprendí que la tierra vivía y temblaba, que había
un mundo ilimitado que volaba y reptaba viviendo su vida rica y propia sin tener
la mínima consideración hacia nosotros".
La poesía de Tomas Tranströmer es así, repta,
vuela, se alza, se sumerge y uno se deja envolver en la calidez de la palabra
hecha luz.
Hace varios años sufrió la hemiplejia que lo
dejó afásico y casi inmovilizado. Desahuciado por médicos y llorado por colegas
y amigos como una voz importante que se silenciaba, empezó a trabajar en la
oscuridad y desde adentro del cuerpo para salir de nuevo a la luz. Su mujer se
convirtió en su portavoz e intérprete y él aprendió a tocar el piano con la mano
izquierda. Así acompaña, desde entonces, la lectura de sus textos. Sus
conciertos son siempre virtuosos, toca magistralmente.
Tomas Tranströmer es un hombre comprometido con
el mundo, trabaja y apoya a colegas perseguidos, pelea por los derechos de los
palestinos, de los escritores en prisión, de los periodistas asesinados en
México o en Colombia. Tranströmer es un milagro de resistencia y de humildad, de
compromiso con la luz, y un hombre que está tan en su casa en los salones de la
Academia, que lo honra ahora, como en los locales pobres donde las asociaciones
de inmigrantes lo leen reconociendo su universalidad.
BirgittaStenberg, también una de las escritoras
más conocidas de Suecia, llama por teléfono para compartir conmigo su alegría.
Es amiga y colega de Tranströmer desde hace cincuenta años. Ambos pertenecen a
la generación de los que fueron niños en la Segunda Guerra Mundial y vivieron la
transición de un país pobre a un Estado de bienestar. La poesía de Tomas
Tranströmer se nutre de ese origen y esas fuentes. De la pobreza nace su gran
literatura, del hambre crecen árboles de savia potente. De la desesperación de
las cárceles y de los convictos surge la fuerza de la resistencia y de la terca
voluntad de la vida que Tranströmer ha vivido tan
intensamente.
Desde su hemiplejia a principios de los años
noventa, Tranströmer ha dejado de escribir poemas largos, ahora escribe sobre
todo haikus, un género que cultivó toda su vida, y en el que ha desarrollado un
estilo muy personal.
Ha sido candidato al Nobel desde hace casi
veinte años. Pero la Academia sueca es pudorosa y tenía miedo de repetir lo que
sucedió en 1974, cuando los escritores suecos EyvindJonsson y Harry Martinsson
compartieron el Nobel de literatura, y la decisión fue criticada tanto dentro de
Suecia como desde el exterior. La Academia fue acusada de parcialidad, de elegir
escritores no conocidos por el resto del mundo y sin relevancia internacional.
Nada de esto es aplicable a Tomas Tranströmer, uno de los poetas más traducidos
del mundo y un creador de talla universal. He escuchado muchas de sus
traducciones al árabe, al iraní, al kurdo, al turco, al serbocroata, al español.
En Uruguay ha tenido más de una silenciosa edición, gracias a la relación que se
estableció entre los dos países a raíz de la solidaridad sueca con los
perseguidos por la dictadura y a la obra de otro gran poeta uruguayo, Roberto
Mascaró, que lo ha traducido en lo que prefiere llamar "versiones". En 1989 se
publicó así el primer libro de Tranströmer en castellano, El bosque en otoño, y
luego Para vivos y muertos en edición española de Hiperión (1992). Mascaró
también es responsable de una cuidada edición de haikus editada en Montevideo,
29 Jaicus y otros poemas (2003), en cuyo prólogo dice que a Tranströmer le
gustaría conocer Montevideo, la ciudad donde nació IsidoreDucasse, conde de
Lautréamont, y agrega: "creo que hasta el día de hoy está esperando que lo
inviten".
Uno de mis poemas predilectos de Tranströmer se
llama "Allegro": "Toco a Haydn después de un día negro/ y siento la calidez en
las manos./ Las teclas esperan. Un martillo liviano las golpea./ El tono es
verde, vital y calmo./ El tono dice que la alegría existe/ y que alguien no le
paga al César lo que es de César./ Meto las manos en los bolsillos haydianos/ e
imito a alguien que mira al mundo con tranquilidad./ Levanto la bandera
haydiana/ "no nos rendimos pero queremos paz"./ La música es un invernadero en
la colina./ Las piedras vuelan las piedras ruedan./ Y las piedras ruedan y pasan
por el medio/ pero las ventanas están intactas."
Escrito por: Ana Luisa Valdés y publicado
por Brecha, viernes 7 de octubre
2011.