Navidad 2018




Estás perdida. ¿Cuánto hace que el tiempo se fue diluyendo, como la arena derramándose lentamente por la estrechez que comunica los recipientes? ¿Cuál es hoy para vos la medida del tiempo? Abrís grande los ojos para indagar. ¿Es día laborable? ¿Es feriado? ¿Es descanso de fin de semana?
El tema se complicó en esta Navidad.
Todo empezó en los días previos al 8 de diciembre. Nunca antes tu mente se había desplazado sin ancla como en esos días. Y, sin embargo, te atuviste al ritual. ¿Fueron dos, tres, cuatro días antes? El tiempo hoy es para vos un remolino que te lleva a la sima, es una tempestad que oscurece tu memoria.
Pusiste la estrella entre las ramas superiores del árbol. Suena raro decir que no ilumina desde lo alto. Ha caído. Pero intentás que en ese lugar reafirme su lucha contra la oscuridad. Y por momentos buscás en tu entorno, con desesperación, un interlocutor que atienda tu imperiosa necesidad de luz. Tus ojos reclaman luz. Ya no se trata de un par de anteojos. El tema también es la oscuridad que avanza. ¿O es el túnel que se estrecha?
Todo tu cuerpo se tensa y te recorre un temblor. Caen de tus manos los adornos de ese árbol que hoy se yergue ante vos como tarea principal. Caen y se quiebran sin defensa contra su fragilidad. Menos “tu estrella “, la que narra tu paso veloz, tus caminatas acompañando, siempre acompañando la vida, los nacimientos.
La estrella que defendés, mamá, en esta Navidad 2018, es la de cinco puntas, una trama dorada con una flor roja en el centro. ¿Será la que ilumine el camino de regreso “al punto de partida” del que habla Elliot?
Y le toca el turno al pesebre. Las piezas mezcladas buscan el orden de la historia que vos olvidaste. Así los pastores son Reyes Magos y las cabras, las ovejas y la mula perdieron a su guía. María observa por fuera del establo y José queda solo en la espera, junto a la piel que entibia la cuna vacía.
Estás perdida como una barca sin rumbo. Sola, en la inmensidad de ese mar por el que se desliza tu barca, cerca de la hora 0 del 25, buscás al niño y lo colocás con ternura en su cuna. Y lo adorás.
Todo está en orden. Tu sonrisa se ilumina.

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