Crónica de un cierre anunciado
Un edificio tradicional sobre la calle Azopardo es sede de la dañada Editorial Atlántida. Ese fue mi lugar de trabajo hace tiempo.
Me atrevo a decir que esta historia podría tener un comienzo de cuento: “Había una vez…” y éste inicio le haría honor a una “experiencia inolvidable” que comenzó a mediados de la década de los ’80. Hablo de una “experiencia inolvidable”, porque eso es lo que fue para mí ser redactora de Billiken.
Llegué a esa redacción- dirigida, en ese momento, por Carlos Silveyra - de la mano de Gloria Pampillo, escritora, coordinadora de un taller de escritura con orientación docente al que asistí durante dos años. Gloria era amiga de Carlos y, junto a otros redactores y dibujantes, formamos parte de “esa familia periodística”.
Sabíamos que era “una isla” en esa editorial, que registraba la noticia en diferentes frentes de la realidad. Nuestro horario era de 11 a 17 horas, salvo el día de cierre – el día jueves de cada semana – que salíamos dos o tres horas después. Sólo ese día. El ritmo febril no era nuestra característica vital.
La condición para ocupar el puesto de redactora o redactor era tener formación en el área del lenguaje, ser escritora/escritor  o pertenecer a la carrera de Letras, en calidad de alumna/alumno o egresada/egresado.
Billiken era una “usina de creatividad” que contagiaba bienestar y alegría. Era un trabajo, por supuesto. Teníamos presiones, también. Pero todo se podía conversar en un clima de seguridad y confianza. Durante el tiempo que trabajé allí, me sentí afortunada.
Aprendí mucho de ese grupo humano, no sin antes “pagar el derecho de piso”. El Calendario era algo así como una papa caliente que iba pasando de mano en mano cayendo siempre en quien había llegado último. Para mí, fue un desafío. Las efemérides tradicionales se publicaban acompañadas de datos curiosos ubicados en tiempo y espacio que ampliaron los intereses de lectoras y lectores.
Ese desafío me lo inspiró el Archivo de Atlántida, custodia de tesoros que merecen continuar ocupando un lugar en la historia del periodismo… y aquí podría terminar el cuento, si no fuese que falta la referencia al germen que, hacia fines de los ’80, preanunciaba la caída de esta editorial.
Sucedió entonces que en un avance de recorte de gastos la clase gerencial provocó la irrupción en Billiken de la modalidad periodística de otra revista reconocida – pero de factura muy diferente -: Para ti. Esta movida poco a poco se llevó puesto al director y a cada uno de los que formábamos ese grupo.
Así, Billiken, en su identidad de revista única en su estilo – muy diferente de su rival histórica Anteojito – cambió. Y en ese cambio se mimetizó con usos que empobrecieron su contenido y opacaron sus propuestas. Como el edificio tradicional de la calle Azopardo, haciendo honor a su nombre, cumple con su destino de ciudad sumergida y civilización desaparecida.
Sólo me resta expresar mi solidaridad con los periodistas de distintas publicaciones que sufren hoy el impacto de esta abrupta caída.


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