Mi diario en días de pandemia...

Día 1
Anoche se decretó la “cuarentena” obligatoria, por ahora, no se corresponde con la cantidad
de días...El habla opera así. Utiliza términos que significan una cosa. para expresar otra…
Me pregunto si esta pandemia no estará queriendo decir algo en la superficie que no se
corresponde con la profundidad del verdadero dilema de nuestra vida en este planeta.
Hasta ayer, mi mayor prevención fue ir y venir caminando del consultorio. Lo viví como un
paseo, pero cuando supe que no podía regresar, me apremiaba la idea de que no había
llamado a los pacientes citados.
Desperté a la mañana con una necesidad incontrolable de volver al consultorio - sus
números telefónicos habitan en las fichas.
Salí del encierro obligatorio para comunicarme con ellos, dar mi palabra de aliento y volver a
casa. Antes, sin embargo, elaboré una estrategia para caminar las 10 cuadras y que la
policía no me parara para investigar mi “destino”.
Pensé en las alternativas:
1. Alegaría ir a cuidar a mi madre octogenaria (Aunque mi madre vive conmigo….mejor
una mentira piadosa que una verdad brutal).
2. Proponerle al vecino, pasearle el perro (Pero dónde dejaría al perro, ¿atado a un
poste, en la puerta del edificio?).
3. Hacer una compra para una semana.
Finalmente, elegí la tercera opción.
Llegué a casa contenta, pero con la espalda contracturada y con la sensación de que éste
puede llegar a ser el día más emocionante de estos 15 días.
Día 2
Aquí, en esta región del planeta, mañana empieza el otoño. Las lluvias enfrían las calles, los
edificios, las casas y, a los melancólicos, los inicia en un período de ideas que los persiguen
sin tregua.
Elaboro una lista de tareas para organizar mi día a día. Dicen que la “rutina” evita caer en
ideas depresivas. No está de más probar.
1. Desayuno
Compré unos panes deliciosos que guardé en el freezer. Los venden en rebanadas y los
elabora Le Blé. Sus panes son deliciosos con queso blanco y un dulce casero de
arándanos. Pequeños placeres que alejan las ideas oscuras en una mañana de sol.
2. Almuerzo
Antes de ponerme a cocinar, limpio todo con agua y lavandina. Veo que hace tiempo que
no le presto atención a esta tarea. Uyyyyyyy!!! Me atacan pensamientos muy
inquietantes…Veo a ese virus imperceptible asentado en cada rincón de la casa en la que
hasta hace un tiempo era mi refugio, mi espacio creativo confiable ... Me pregunto: “¿Cómo
me recupero de esto?”. Comprendo que es vital tener un diálogo cordial conmigo misma. Y
preparo un omelette de queso con una ensalada “criolla”: lechuga, tomate y cebolla… Me
alivia la idea de que no tengo que evitar la cebolla por una cuestión social. Me doy permiso
para un aliento fuerte, lejos de la condena del entorno.
3. Merienda
Retomo una pintura que abandoné hace unos días, antes de la hora del té. Vuelvo a la imagen a partir de colores que me desagradan. Intento integrar pinceladas de óleo acuarelado, una técnica que parte de diluir la pintura en aceite de linaza. Los colores adquieren un brillo que me fascina. No logro tomar distancia crítica de lo que observo. Estoy encantada con mi tarea. Preparo una compota de manzana y la mezclo con yogur casero.
Evito, así, el té y las tostadas. Pero repito la porción.
4. Cena
Enciendo la radio y escucho mis programas preferidos. Imposible, un tema que no remita a
la pandemia. Sin embargo, trato de no eludir el asunto. Negar lo que sucede no lo
suprime… Como el virus, mora en el aire… Un escritor, un filósofo y un periodista intentan
una conspiración que logre desentrañar un método para invalidar el poder que cierne su
presencia sobre nosotros, simples mortales. Mientras tanto, me aboco a la tarea de
preparar un risotto de hongos, aunque aún no se hizo presente al temperatura de otoño.
Día 3
Me propongo invocar la presencia de la estación otoñal y que el clima acompañe este
tiempo que podría ser introspectivo.
Saco toda la ropa de abrigo y guardo la de verano que ocupa una quinta parte del espacio.
Mientras realizo esta operación, recuerdo que es sábado. Extraño mi clase de pintura al
óleo, a mis compañeros, nuestras tardes de cafecito en “Como en casa”, sobre la calle
Riobamba, en Recoleta… Se me hace un nudo en la garganta… ¿será un síntoma?... No,
es angustia… Pura y cristalina, angustia...
Entonces, retomo la tarea. Primero, cuelgo los abrigos. Los ocultos en el fondo del placard;
son los de invierno. Allí también van los sweaters más gruesos. De pronto, encuentro la
blusa con breteles que usé cuando nos encontramos - vos, mi amor, sabés bien de quién
hablo - en nuestra última cita… Y mis ojos no logran contener las lágrimas… - también, te
extraño…
Es de noche. No logro dormirme. Todo ordenado, en el placard, menos mis recuerdos.
Escribo un mail para vos… No logro componer una frase completa, las imágenes se
suceden ...se apretujan en el espacio en blanco… En el remate, te beso, te beso, te
beso...Y mis párpados pesan… El sueño me alcanza.
Día 4
Es domingo. Me levanto con toda la energía para un almuerzo en familia. Mi madre propone
pedir delibery. “La castellana” queda a pocas cuadras de casa. El menú del día es paella.
Me invade un bienestar que me hace olvidar por un rato el encierro y lo que aún nos falta
para sentirnos a salvo. Trato en lo posible de obviar las noticias que ensombrecen este día
de sol.
Sin embargo, en mitad del almuerzo, una pregunta exige mi atención: “¿Es posible que
algunas mentes hayan pergeñado algo como lo que estamos atravesando?”. Me gana el
asombro. Hay quienes describen la pandemia como una guerra biológica, con mucha
historia. Dicen que hace alrededor de 3500 años, los hititas condujeron a víctimas de la
peste a territorio enemigo. Una estrategia como ésta no es cosa de estos días, entonces. El
antagonismo está en el inconsciente colectivo. Incompatibilidad, oposición, rivalidad son las
ideas que mueven las acciones más destructivas de la especie humana.
Vuelvo a mi pintura, después del almuerzo. Me interno en ese mundo imaginario donde el
color también habla de sombras amenazantes. El brillo quedó atrás.
Día 5
Tengo que esforzarme para recordar que hoy es lunes. Aquí, en Argentina, es feriado
puente. Un feriado puente implica una actividad turística que se programa con tiempo y
abarca una salida de cuatro días.
Yo no programé un viaje. Habitualmente, empleo ese tiempo en mis tareas para el curso de
óleo. Sin embargo, mis pinturas siguen esperando que las continúe. Las veo apoyadas.
Son proyectos interrumpidos como nuestros abrazos de amigos, de familiares, de
amantes...Esos abrazos cariñosos en los que nos fundimos en el otro pasan a ser miradas a
distancia, palabras que, con suerte, no desembocan en el malentendido que genera una
catarata de insultos, amenazas, provocaciones, llantos… el caos del desencuentro.
Aquí, según informan, hay quienes desafían al virus intrusivo, lo torean, rivalizan… “A mí, no
me vas a ganar”... Y van rumbo a la costa para alejarse del miedo, para encontrar un
espacio protegido del caos... Y esta fiereza desatada genera, aquí, más detenidos por no
acatar la cuarentena que los infectados del virus. Los vivos deben someterse a la detención
domiciliaria con una causa abierta que se proyecta, con suerte, hacia el futuro de los
rebeldes.
En casa, por ahora, el día transcurre en la calma que anticipa la tormenta.
Día 6
Hoy me desperté de mal humor, demacrada y con una sensación que no puedo precisar.
Inquieta como si algo fuera a suceder. o estuviese sucediendo y yo, sin enterarme.
Me concentro en ejercicios de relajación. Mis articulaciones crujen. Es el estrés. No estoy
acostumbrada al ocio y, menos aún, al encierro. Salgo al balcón para respirar un poco de
aire fresco y ver si pasa gente por la calle. Me parece que es peor el remedio que la
enfermedad... Todo está desierto.
Una mujer, cercana a los 90 años, repite incansablemente que ella pasó una guerra y que,
después de eso, nada puede ser peor. No logra comprender que ésta es una amenaza
diferente, que un agente de contagio puede ser el diario que recibe o el transeúnte que se
acerca a explicarle en qué calle está, porque no oye bien la explicación. Y no hay intención
de dañarla. Se trata, simplemente, de una amenaza invisible.
Decido ir a la farmacia, Un miorrelajante puede ayudar en estos casos. Me detiene una faja,
como las que se usan para advertir de un peligro. Separa el mostrador de los clientes . No
sé por qué me hace bien encontrar medidas de prevención. Ellos se cuidan y me cuidan.
Les comento eso. Y me responden que no todos piensan como yo.
Una mujer de más de 80 años entró a comprar una crema de belleza. No estaba de acuerdo
en respetar la distancia indicada y se acercaba más y más. Un empleado insistió en que se
mantuviera alejada y, a los gritos, les dijo que estaba cansada de que la retaran por todo.
La cuarentena, sobre todo, es una prescripción para los seres más vulnerables. Por lo
menos, eso dicen. Dentro de este grupo de personas, están los mayores de 65 años y
también aquéllos que padecen enfermedades declaradas. En ellos, el riesgo es mayor. Sin
embargo, a los ancianos se los ve deambular por las calles, sin dirección, en soledad,
lanzados a una búsqueda sin objeto ni destino. Es desolador. Esta imagen me recuerda que
hoy es 24 de marzo, Día de la memoria por la verdad y la justicia. Es feriado. hace ya 44
años del golpe militar del ´76… y, todavía, duele. Una herida que no cicatriza.
Día 7
Algo tengo que hacer. El ocio no es buen consejero .El camino que me indica no tiene
señales claras. Me llama a internarme en un bosque de frondas cerradas;sólo unos hilos de
luz insinúan la senda. Mi whatsapp hierve esta mañana. Me amarro a una propuesta. Y
echo el ancla.
Voy a intentar un experimento. Alguien me habló de la bibliomancia, un antiguo método que
consiste en abrir un libro en una página al azar y tratar de comprender el momento por el
que estamos atravesando,. Tomo una frase de mi libreta de anotaciones: “Lo peor de la
peste no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo sueleser horroroso” Pertenece al libro de Albert Camus. Las noticias... la pandemia...el Caos...gira la rueda y cada día alternan lo más sublime y lo más abyecto del alma humana.

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