ordenada, profunda, serena y, al mismo tiempo, estimulante, creativa, vital es la palabra que se utiliza con arte y que es clave para penetrar otras realidades
miércoles, 12 de mayo de 2010
Cleopatra, la reina del Nilo
Sentada en su trono, sutil, con un movimiento de cabeza asiente para la multitud. Se sabe amada y, a la vez, temida. La multitud se retuerce en sí misma de modo tal que llegue hasta ella una pizca de su apasionado seguimiento. Ella es poderosa. Las esclavas preparan su baño de leche tibia y aromatizada que convoca el sueño. Conoce las acciones conspirativas en su palacio y ese ritual de sumergirse en su fantasía la aleja de un alerta que se transforma en un aguijón constante. No se siente cómoda en su trono y debajo de ese pesado atuendo real. Todo su esfuerzo está orientado a ser la noble reina que está al servicio de su pueblo para que en esa región impere el orden y la paz.
Cuando baja la perilla, significa no. Cuando sube la perilla, significa sí. No hace falta esgrimir la palabra para ser escuchada.
Es pequeña y sufre. Cada vez que su madre y su tía se juntan a murmurar en la cocina y desgranan las antiguas historias de las parientas odiadas de la familia, ella se encierra en el baño de servicio donde se acumulan los trastos y juega a ser la reina. Imparte las órdenes desde la perilla de la vieja lustradora de pisos y sus fieles súbditos responden. La recorre un alivio inmenso. La han escuchado una vez más.