Simbolizar








Decía Bachelard: La conciencia lo rejuvenece todo. Da a los actos más familiares un valor de iniciación. Domina la memoria. ¡Qué asombro volver a ser el autor del acto rutinario!
Tal vez se trate de rescribir el mundo, es decir, de volver a nombrarlo para resignificar antiguas rutinas, que nos han convertido en meros objetos, seres sin palabra, sin voz y, por lo tanto, sin trascendencia.
Recordar, volver a recordar. Y, en este proceso de la memoria, valernos de la escritura para nombrar. Volver a nombrar el mundo cotidiano para reencontrar su singularidad.
Decía Doris Lessing, que ser escritor es dar voz a quienes no la tienen. Y así las escritoras hoy hemos aceptado la tarea de re-significar el mundo a través de la diversidad de nuestras voces. Simbolizar. No es sólo tarea de escritores. Ya que quienes deseen expresarse a través de la escritura podrán aportar una visión del mundo, colaborar con una verdad, aparentemente, imperceptible, insignificante, débil. Pero sólo porque es una verdad pequeña, inconsciente e inocente porque no reconoce sus talentos y habilidades.
¿Qué quiero decir con esto? Nuestra verdad tal vez no sea más que un verdadero secreto que anida en algún rincón desconocido, incluso, para nosotras mismas. La palabra, la escritura nos guiará a través del laberinto de dudas, de debilidades y complejos que nos habitan. Permitirá llevar estos materiales a la superficie, a eso que conocemos con el nombre de conciencia, según define el psicólogo Carl Jung. Y de este modo apropiarnos de nuestros símbolos y valernos de ellos como instrumento para nuestra propia transformación.
Se tratará, entonces, de reencontrar la palabra justa, la palabra como símbolo.

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